EL MICELIO EN LOS BUNGALOOWS DOO TOO

Soy el micelio. El verdadero latido del reino fúngico. Provengo de las profundidades del suelo. Aunque la mayoría de las personas solo reconocen a mis hermanos, los hongos, cuando emergen hacia la superficie, yo estoy siempre allí, tejido en una intrincada red de finísimos hilos, conectando el mundo subterráneo en un entramado viviente.
Nací de una pequeña espora, pero no tardé en expandirme, explorando el suelo en busca de alimento y agua. A medida que me expando con mis hifas, entrelazo y conecto diferentes partes del sustrato, creando una matriz que no solo me alimenta a mi  sino que también nutre al ecosistema entero. Soy un puente entre la vida y la descomposición, un intermediario que facilita la transformación de la muerte en nueva vida.
Quizás lo más sorprendente de mi existencia es mi capacidad para comunicarme y cooperar. A través de mis hilos, transporto nutrientes y comparto información, no solo entre mis propias células, sino también con las plantas y otros organismos del suelo. En muchos casos, formo simbiosis con las raíces de las plantas, entregándoles minerales y agua a cambio de azúcares que ellas producen mediante la fotosíntesis. Juntos, formamos una alianza que beneficia a ambos.
Pero no soy sólo una red pasiva. También soy un defensor activo de mi territorio. Cuando detecto patógenos u otros invasores, puedo liberar compuestos que los inhiben o incluso montar una defensa directa. Mi presencia en el suelo ayuda a mantener un equilibrio, fomentando la diversidad y salud del ecosistema.
En los Bungalooows Doo Too he encontrado mi hogar en la cubierta vegetal, un manto verde lleno de vida que cubre todo el techo. Aquí, en este oasis, extendí mis filamentos y entrelacé mis hilos en una intrincada danza con las raíces de las plantas que me rodean.
Mi existencia en esta cubierta no es una casualidad. Fui introducido con el propósito de mejorar la salud y la robustez de este pequeño ecosistema aéreo. Y con cada día que pasa, profundizo mis conexiones, creando un entramado subterráneo invisible que se extiende por debajo del manto de vegetación. Quizás algún día pueda demostrar que puedo sustituir a los geotextiles con los que comparto espacio en la cubierta vegetal, pero ese momento no ha llegado todavía. Cada cosa a su tiempo
Mis compañeras, las plantas, con sus hojas al sol, absorben la luz y producen azúcares, sustancias que en ocasiones comparten conmigo. A cambio, ayudo en su nutrición, proporcionándoles minerales y agua, facilitando su acceso a recursos que, por sí solas, les sería difícil alcanzar. En esta azotea, somos verdaderos compañeros, cada uno beneficiándose del otro en una perfecta simbiosis.
La vida aquí arriba es diferente. Los vientos son más fuertes, las temperaturas fluctúan con rapidez, y el espacio es limitado. Pero en este entorno, me he convertido en un elemento esencial para la salud y resiliencia de la cubierta vegetal. Ayudo a retener agua cuando llueve, proporcionando un reservorio natural para las plantas durante los tiempos secos. Además, actúo como un protector, ya que mi presencia y actividad desalientan a patógenos y plagas.
Y no solo soy útil para las plantas. Al mejorar la salud de esta cubierta vegetal, también contribuyo al bienestar del Bungaloow  que resguardamos. Mi presencia y la de mis compañeras las plantas  ayuda a regular la temperatura interior, proporcionando un aislamiento natural y reduciendo la necesidad de climatización artificial.
Pero se de buena tinta que algun dia formaré parte de las paredes de estos Bungaloows, ya que en Doo Too están analizando la viabilidad de que sustituya a los bloques de cáñamo que actualmente conforman las paredes.
Al principio, la idea de utilizar algo tan frágil y etéreo como yo, el micelio, en la industria de la construcción, pudo haber parecido audaz o incluso absurda. Pero cuando formo parte de bloques autoportantes, fusionando naturaleza e innovación, soy parte de  una bio revolución que espero cambie radicalmente la contaminante construcción convencional en todo el planeta.
A diferencia de mis contrapartes en el bosque o en el suelo de la cubierta, como bloque autoportante, mi destino no es simplemente descomponer materia orgánica o formar simbiosis con plantas. Estoy  destinado  a algo más grande: ser parte de la infraestructura de los habitats de los humanos.
Para que esto sea posible, como cualquier gran causa, es necesario un sacrificio. En este caso el mio. Después de desarrollarme en moldes, llenando cada espacio y cada rincón del molde con mis hifas, hasta que me solidifico en una estructura resistente y ligera, soy horneado para detener mi crecimiento, convirtiéndome en un bloque de construcción rígido, duradero y, lo más importante, sostenible. Eso sí, en el proceso he pasado a mejor vida
Mi impacto en la construcción es múltiple. No solo soy un recurso renovable y biodegradable, sino que mi producción genera una huella de carbono significativamente menor en comparación con los materiales de construcción tradicionales. No requiero minas, excavaciones ni procesos intensivos en energía. Simplemente crezco, alimentado por lo que muchos considerarían desechos.
Pero no solo soy ecológico. Las propiedades aislantes de mi estructura son notables, ofreciendo a los edificios una eficiencia térmica y acústica superior. Además, dado que soy inherentemente resistente al fuego, proporciono una seguridad adicional a las estructuras en las que  me integro.
Aunque aún soy una novedad en la industria, la visión de un futuro donde los edificios estén construidos con materiales inicialmente vivos, como yo, ya no es una fantasía. Represento la promesa de una construcción más verde, más sostenible y en sintonía con la naturaleza
Así que la próxima vez que escuches hablar de construcción ecológica, piensa en mí, el micelio, un humilde hongo que ha encontrado su camino desde el suelo del bosque hasta el corazón de la innovación arquitectónica.
Aunque muchas personas pasan toda su vida sin darse cuenta de mí existencia, aquellos que entienden mi papel suelen asombrarse. Soy una demostración viviente de cómo la naturaleza teje conexiones entre todos los seres vivos, y cómo incluso las entidades aparentemente más simples pueden desempeñar roles complejos y vitales en la gran danza de la vida.
Entonces, la próxima vez que pises el suelo de un espacio natural, recuerda que bajo tus pies, estoy yo, el micelio, trabajando en silencio, conectando y nutriendo el mundo que nos rodea.